viernes, 8 de julio de 2011

Cosas que no soportamos de ellas

Cosas que no soportamos de ellas | GQ Por Alberto Moreno

Tengo una amiga a la que siempre le van mal las relaciones. Haga lo que haga, pincha. Me dice que si puedo explicarle por qué todos huyen de su lado. Pistas para descifrar los hábitos y costumbres de las mujeres sin las que los hombres podríamos vivir perfectamente. Cosas que en ocasiones derrocan nuestra hombría con la serena latencia de un goteo de agua sostenido sobre el cráneo de un prisionero de guerra.

No son ordinarieces al modo de las nuestras. No tienen que ver con escatologías como las que se nos pueden achacar una vez hemos trascendido la etapa de cortejo (ventosidades de diversa procedencia, desórdenes, suciedades o exabruptos lingüísticos).

De alguna manera son comportamientos más refinados, aunque igualmente dañinos. La ventaja moral que las ampara a la hora de perpetuar sus conductas de tortura mental es que no engañan a nadie. No hay metamorfosis diabólica.

Ellas no esperan a tener un anillo en el anular para empezar su proceso de mobing relacional, porque si te han concedido una cita el proceso de destrucción del ánimo del homo erectus macho ya no conocerá marcha atrás.

Al principio te hace gracia (“Cómo es esta Margarita”), luego sólo el vodka solo (y a solas) lo remedia.

Comienzo a inmolarme socialmente con estas quejas que disgustarán al ecosistema femenino que me rodea aunque no por ello sean menos ciertas:

1. Vuestra madre no os cae bien casi nunca excepto cuando opina lo contrario que nosotros. Es decir, habláis con ella, le contáis vuestros problemas y le pedís asesoramiento, pero llega un momento en que os saca de quicio (recordadlo, son mujeres y saben hacerlo) y lo pagáis con nosotros. Sin embargo, siempre que dicen que somos unos tarugos o unos vagos no podéis sino darles la razón. A veces pienso que simplemente sois una correa de transmisión para canalizar el odio que ambos colectivos nos profesamos. Un demiurgo manipulador que pone a andar la máquina y se divierte comiendo palomitas entretanto.

2. Perdéis cosas. Las perdéis. Es así. Y suele ser en casa. Y suele ser antes de que hayamos quedado para ver a MIS amigos o a MIS padres.

3. Tardáis en arreglaros. Como 100 veces más de lo normal. Y suele ser antes de que hayamos quedado para ver a MIS amigos o a MIS padres. Y nos preguntáis si nos gusta vuestro vestido, y cuando decimos que sí, os ponéis otro. Y eso hace que creamos que nuestra opinión os importa poco. Y por eso lloramos a veces sin motivo aparente en el baño.

4. No entendéis el fuera de juego y en general tenéis mal gusto cinematográfico. Recordadlo, una película de Reese Whitherspoon nunca debería ser opción ni aquí ni en una galaxia muy, muy lejana.

5. Todo el mundo puede opinar sobre los problemas que asolan nuestra relación, sobre todo ese compañero de curro tuyo que es bastante alto y guapo y al que le encanta el café porque lo-acaba-de-dejar-con-la-novia. No te engañes, no es tu amigo. Todos-hemos-sido-esa-culebra.

6. Si estáis cansadas de repetir esa broma que debió de inventarse Paz Padilla de que no sabemos hacer dos cosas al mismo tiempo, deberíais entender que nuestro nivel de sofisticación mental no da para desencriptar dobles y hasta cuádruples negaciones. “No puedo no comprarme ese bolso” es una construcción que hace que nos salga humo de la cabeza a muchos niveles. “No me creo que no estuvieras hablando en serio cuando me dijiste que no te importaba que no te acompañara a aquella fiesta”. Ffff.

7. Abundando en lo anterior: que no signifique sí y sí signifique no. Si lo pensáis bien, no es práctico. Hay un ejemplo muy sangrante a este respecto: en un cuestionario de seducción a iconos femeninos que publicamos semanalmente en GQ, una de las preguntas que siempre incluimos es ¿Te gusta que insistan después del primer "no"? El 100% de las encuestadas ha contestado siempre algo distinto de NO.

8. No nos importa que lleguéis 53 minutos tarde sin avisar. Lo que nos molesta es que lleguéis sonriendo como si no hubiera pasado nada.

9. Tomar el sol en la playa. Lo de que sea de cafres leer el Marca en el desayuno porque embota la mente y aplasta el espíritu pero tomar el sol durante ocho horas seguidas no sea una pérdida de tiempo es algo que tampoco podemos entender muy bien.

10. Os gusta ir a bodas, preparar bodas y casaros en general.

11. Una vez casadas hay un problema de lealtad en lo que respecta a una pareja consolidada. Detectaréis cierta perplejidad, incomprensión y hasta algún amago de reproche cuando vemos que os pintáis como coches para salir bailar en "un plan solo de chicas". Porque el maquillaje y la ropa sexy los inventó el diablo para tentar al hombre neanderthal. Apreciad nuestra nobleza cuando una vez amancebados abandonamos el gimnasio, empezamos a dejarnos tripa y a perder pelo. Es para que nadie nos codicie. Es una muestra de respeto.

12. Pasear y dar la mano. Pasear de la mano. Darse la mano para pasear. Da igual como lo digas. No por ello adquiere sentido inteligible. Ir dados de la mano mientras paseas. No. No lo pillo.

13. Y luego está lo del sexo injustificado, espontáneo y salvaje. Nos agota, de verdad. Como decía el Nota en 'El Gran Lebowski', utilizáis a los muñecos como si fueran personas y a las personas como si fueran muñecos. Tenéis que entender que a veces también nos duele la cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario